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lunes, 30 de abril de 2012
viernes, 6 de abril de 2012
El Amado Hno. William Marrion Branham y la columna de fuego
El doctor best dijo entonces: "Explíqueme por qué el puso un aviso en la calle
que dice: Milagros todas las noches". El Hno. Bosworth le dijo: "Pimero, fui yo
el que puse el aviso y eso es verdad. Un milagro es algo que la mente humana no
puede imaginar. El Hno Branham tiene un don sobrenatural con el que puede ver la
vida de las personas y predecir eventos futuros. Aun mas, nunca falla, siempre
es como él lo ve. Ese es un milagro y sucede todas las noches en las reuniones,
Ud. Puede asistir mañana en la noche y verlo junto con los demás".
Pero el Doctor Best dijo: "Espere un momento". Volteo hacia un lado y les hizo señas a dos camarógrafos para que pasaran adelante. Kipperman y Ayers eran fotógrafos profesionales de los Estudios Douglas en Houston y miembros de la Sociedad Americana de Fotógrafos. El Doctor Best los había contratado para que tomaran fotografías del debate para el periódico del día siguiente. Como los había contratado él tenia la intención de controlar lo que apareciera en las fotografías. Colocando su dedo directamente bajo la nariz de su oponente dijo: "Tomen una foto ahora". Después de esa, puso su puño debajo de la mandíbula del Hno. Bosworth y dijo "Tomen otra". Asi siguió asumiendo actitudes dominantes hasta que tomaron seis fotografías.
El Hno. Bosworth dijo entonces: "Hasta donde puedo entender, la reunión termino y el señor Best no pudo responder ni una de las Escrituras que le di. Creo que ha perdido el debate. ¿Cuántos aquí lo creen así? Digan: Amen". Aquel enorme coliseo retumbo con voces que gritaban: "Amen". Furioso mas allá de la razón el Doctor Best pego un rugido: Traigan a ese sanador Divino y veamos lo que puede hacer cuando yo lo este viendo".
Siempre bien calmado el Hno. Fred Bosworth dijo: "Yo se que el Hno. Branham está en el auditorio porque lo vi entrar. Pero él no va a discutir con Ud. Doctor Best, porque no es su estilo. Pero como ya estamos al final de este debate si él quiere venir hasta acá y despedir al pueblo, para mi está muy bien. Sin embargo, no esta obligado a hacerlo". La gente en todo el coliseo comenzó a buscar, mientras Howard Branham ponía una mano sobre el hombro del Hno Branham y le susurraba. "No te muevas". El Hno. Branham le dijo: "Eso es lo que tengo en mente". Pero un minuto después escucho aquel sonido como ese remolino que soplaba: Whoossssh y sintió esa presión de la que no se podía escapar, apretándole su cuerpo, el sabia que el Ángel del Señor tenía planes distintos. Se puso de pie y la hermana Meda le apretó su mano diciéndole: "Querido, no". El le dijo: "Querida, el Angel del Señor me dice que vaya".
Pero el Doctor Best dijo: "Espere un momento". Volteo hacia un lado y les hizo señas a dos camarógrafos para que pasaran adelante. Kipperman y Ayers eran fotógrafos profesionales de los Estudios Douglas en Houston y miembros de la Sociedad Americana de Fotógrafos. El Doctor Best los había contratado para que tomaran fotografías del debate para el periódico del día siguiente. Como los había contratado él tenia la intención de controlar lo que apareciera en las fotografías. Colocando su dedo directamente bajo la nariz de su oponente dijo: "Tomen una foto ahora". Después de esa, puso su puño debajo de la mandíbula del Hno. Bosworth y dijo "Tomen otra". Asi siguió asumiendo actitudes dominantes hasta que tomaron seis fotografías.
El Hno. Bosworth dijo entonces: "Hasta donde puedo entender, la reunión termino y el señor Best no pudo responder ni una de las Escrituras que le di. Creo que ha perdido el debate. ¿Cuántos aquí lo creen así? Digan: Amen". Aquel enorme coliseo retumbo con voces que gritaban: "Amen". Furioso mas allá de la razón el Doctor Best pego un rugido: Traigan a ese sanador Divino y veamos lo que puede hacer cuando yo lo este viendo".
Siempre bien calmado el Hno. Fred Bosworth dijo: "Yo se que el Hno. Branham está en el auditorio porque lo vi entrar. Pero él no va a discutir con Ud. Doctor Best, porque no es su estilo. Pero como ya estamos al final de este debate si él quiere venir hasta acá y despedir al pueblo, para mi está muy bien. Sin embargo, no esta obligado a hacerlo". La gente en todo el coliseo comenzó a buscar, mientras Howard Branham ponía una mano sobre el hombro del Hno Branham y le susurraba. "No te muevas". El Hno. Branham le dijo: "Eso es lo que tengo en mente". Pero un minuto después escucho aquel sonido como ese remolino que soplaba: Whoossssh y sintió esa presión de la que no se podía escapar, apretándole su cuerpo, el sabia que el Ángel del Señor tenía planes distintos. Se puso de pie y la hermana Meda le apretó su mano diciéndole: "Querido, no". El le dijo: "Querida, el Angel del Señor me dice que vaya".
El Hno. Branham se acerco al micrófono y dijo: "Siento mucho que este debate se
haya llevado a cabo, que nadie sienta ningún resentimiento en contra del señor
Best; en realidad el tiene derecho a expresar sus ideas como yo las mías. Por
eso es que nuestros jóvenes están peleando en Corea, para que aquí en los
Estados Unidos cada uno pueda expresar su opinión. Yo no soy un sanador Divino y
nunca he reclamado serlo, Jesucristo es el único sanador divino. Pero si les
diré esto: Algo extraño sucedió el día que nací. Fue en una cabaña de madera en
las montañas de Kentucky, no tenia piso, ni siquiera una ventana, solo una
pequeña abertura en la puerta a nivel de los ojos. Minutos después de que nací,
como a las cinco de la mañana, abrieron aquella abertura y entró una luz que
describía círculos alrededor de la cama en donde mamá y yo estábamos. Desde
entonces he sabido que es un Ángel de Dios porque me ha seguido todos los días
de mi vida, se presenta en las reuniones como una Luz y puedo ver cosas de la
gente, algunas veces de su pasado y otras sobre su futuro. Reto a cualquiera en
algún lugar, que me diga que hubo una vez que dije algo en el Nombre del Señor
que no era verdad. Dios es la Verdad y nada tiene que ver con el error. Si yo
testifico de la Verdad, Dios testificará de mí…”
Entonces escuchó aquel sonido de nuevo, Whoossssh, más fuerte que el que había oído antes. Levantando la mirada, vio aquella Luz sobrenatural que pendía en el tercer balcón, sección 30. Exactamente el lugar donde él había estado sentado. Tan pronto la vio, la luz vino hacia él.
Un silencio cayó sobre el auditorio, la audiencia percibía que algo extraño estaba ocurriendo, unos creyeron haber oído un sonido muy peculiar; otros que miraban en distintas direcciones vieron un espiral de Luz, algo así como una galaxia de la vía láctea en miniatura que descendía del balcón girando. Todo sucedió tan rápido que después fue fácil que la gente se preguntara si acaso su vista no los había engañado. La Luz bajó hasta la plataforma y se mantuvo sobre la cabeza del Hno. William Branham. En ese preciso instante el señor Ayers saltó hacia adelante y tomó una fotografía. El destello lo cegó momentáneamente. Para cuando la vista volvió a la normalidad, la Luz había desaparecido.
De vuelta a su estudio los dos fotógrafos discutían sobre el fenómeno. Ayers le preguntaba a su socio: "¿Qué piensas tú de eso?" Y Kippeman se encogió los hombros y dijo: "Yo soy Judío y no sé mucho sobre el Cristianismo". Ayers también confesó: "Yo soy Católico y nos enseñan que los milagros sí pueden ocurrir, pero tienen que ser por medio de la iglesia Católica para que sean de Dios. Así creía yo, pero ahora no se, he visto tantas cosas asombrosas en los últimos días. Quizás esté sucediendo algo que no entiendo, tal vez he criticado demasiado ese tal Branham". El otro le dijo: "Lo has criticado muy duro". Y Ayers añadió: "Bueno, la otra noche creí que él había hipnotizado a aquel soldado, ¿de qué otra forma puede ponerse de pie y caminar un hombre que tenga la columna fracturada?" Kipperman volvió a encogerse de hombros y dijo: "Yo no podría decirlo porque no sé nada de eso".
Ya en el estudio, Ayers dijo: "Lo primero que voy a hacer es revelar este rollo, porque el señor Best quiere unas buenas fotografías listas para el periódico de mañana". Mientras que Kipperman decía: "Yo estoy cansado, creo que subiré y me acostaré un rato".
El señor Ayers entró en la oscurecida habitación, cerró la puerta y con unos dedos bien adiestrados comenzó a revelar el rollo. Cuando terminó el proceso, encendió la luz y observó el primer negativo; para su sorpresa no había nada, también el segundo y el tercero. Aquello era extraño. Casi siempre usaba aquella cámara y ese mismo tipo de película y nunca antes le había sucedido. ¿Qué podría haber ocurrido? Observó el cuarto negativo, el quinto y el sexto, esos también estaban vacíos. Pero cuando observó el séptimo y último negativo, allí estaba.
Ayers pegó un grito y se echó hacia atrás, en su pecho sentía un dolor agudo como si le estaba dando un ataque cardiaco. Sacudiéndose y respirando con dificultad corrió por el pasillo y a gritos llamó a su compañero. Ted Kipperman llegó corriendo: "¿Qué pasa?" Ayers señalaba el negativo y decía: "Mira esto, es la verdad Ted, la cámara no miente". Diez minutos después los dos fotógrafos habían revelado varias fotografías del negativo. La fotografía mostraba una toma del lado izquierdo del Hno. Branham, vestido con traje oscuro y recostado al púlpito. Su mano derecha sostenía una hoja de papel y descansaba sobre el púlpito, la otra mano le colgaba a un costado. Del lado izquierdo de la fotografía dos micrófonos se inclinaban hacia el evangelista como dispuestos a amplificar sus palabras. Sin embargo, en aquel momeno en particular él no estaba hablando, su boca estaba cerrada y su rostro plácido. Sus rasgos faciales sobresalían en agudo contraste con el fondo oscuro, definiendo su frente amplia, el perfil entre nariz y labios, la ligera hendidura de su barbilla y su mirada profunda que escudriñaba intensamente a la audiencia.
Pero la parte llamativa de la fotografía, lo que había hecho temblar a ambos fotógrafos, era una delgada franja de Luz inclinada, que aparecía en la parte superior derecha de la fotografía. ¿Podría ser…? ¿Podría realmente ser aquello el fuego misterioso que habían visto descender desde el balcón? Kipperman examinó aquel trazo cuidadosamente. Sus bordes no estaban claramente definidos, eso de por sí era extraño, porque las demás líneas sobresalían con brillantez. Pero los bordes de este trazo no eran claros, como si una Luz había estado pulsando de manera rápida que la cámara no pudo captar sus bordes en una posición fija. Mas sobresaliente aún era la parte donde estaba. Como un Halo, se mantenía justo encima y a la misma vez hacia atrás de la cabeza del Hno. Branham
Entonces escuchó aquel sonido de nuevo, Whoossssh, más fuerte que el que había oído antes. Levantando la mirada, vio aquella Luz sobrenatural que pendía en el tercer balcón, sección 30. Exactamente el lugar donde él había estado sentado. Tan pronto la vio, la luz vino hacia él.
Un silencio cayó sobre el auditorio, la audiencia percibía que algo extraño estaba ocurriendo, unos creyeron haber oído un sonido muy peculiar; otros que miraban en distintas direcciones vieron un espiral de Luz, algo así como una galaxia de la vía láctea en miniatura que descendía del balcón girando. Todo sucedió tan rápido que después fue fácil que la gente se preguntara si acaso su vista no los había engañado. La Luz bajó hasta la plataforma y se mantuvo sobre la cabeza del Hno. William Branham. En ese preciso instante el señor Ayers saltó hacia adelante y tomó una fotografía. El destello lo cegó momentáneamente. Para cuando la vista volvió a la normalidad, la Luz había desaparecido.
De vuelta a su estudio los dos fotógrafos discutían sobre el fenómeno. Ayers le preguntaba a su socio: "¿Qué piensas tú de eso?" Y Kippeman se encogió los hombros y dijo: "Yo soy Judío y no sé mucho sobre el Cristianismo". Ayers también confesó: "Yo soy Católico y nos enseñan que los milagros sí pueden ocurrir, pero tienen que ser por medio de la iglesia Católica para que sean de Dios. Así creía yo, pero ahora no se, he visto tantas cosas asombrosas en los últimos días. Quizás esté sucediendo algo que no entiendo, tal vez he criticado demasiado ese tal Branham". El otro le dijo: "Lo has criticado muy duro". Y Ayers añadió: "Bueno, la otra noche creí que él había hipnotizado a aquel soldado, ¿de qué otra forma puede ponerse de pie y caminar un hombre que tenga la columna fracturada?" Kipperman volvió a encogerse de hombros y dijo: "Yo no podría decirlo porque no sé nada de eso".
Ya en el estudio, Ayers dijo: "Lo primero que voy a hacer es revelar este rollo, porque el señor Best quiere unas buenas fotografías listas para el periódico de mañana". Mientras que Kipperman decía: "Yo estoy cansado, creo que subiré y me acostaré un rato".
El señor Ayers entró en la oscurecida habitación, cerró la puerta y con unos dedos bien adiestrados comenzó a revelar el rollo. Cuando terminó el proceso, encendió la luz y observó el primer negativo; para su sorpresa no había nada, también el segundo y el tercero. Aquello era extraño. Casi siempre usaba aquella cámara y ese mismo tipo de película y nunca antes le había sucedido. ¿Qué podría haber ocurrido? Observó el cuarto negativo, el quinto y el sexto, esos también estaban vacíos. Pero cuando observó el séptimo y último negativo, allí estaba.
Ayers pegó un grito y se echó hacia atrás, en su pecho sentía un dolor agudo como si le estaba dando un ataque cardiaco. Sacudiéndose y respirando con dificultad corrió por el pasillo y a gritos llamó a su compañero. Ted Kipperman llegó corriendo: "¿Qué pasa?" Ayers señalaba el negativo y decía: "Mira esto, es la verdad Ted, la cámara no miente". Diez minutos después los dos fotógrafos habían revelado varias fotografías del negativo. La fotografía mostraba una toma del lado izquierdo del Hno. Branham, vestido con traje oscuro y recostado al púlpito. Su mano derecha sostenía una hoja de papel y descansaba sobre el púlpito, la otra mano le colgaba a un costado. Del lado izquierdo de la fotografía dos micrófonos se inclinaban hacia el evangelista como dispuestos a amplificar sus palabras. Sin embargo, en aquel momeno en particular él no estaba hablando, su boca estaba cerrada y su rostro plácido. Sus rasgos faciales sobresalían en agudo contraste con el fondo oscuro, definiendo su frente amplia, el perfil entre nariz y labios, la ligera hendidura de su barbilla y su mirada profunda que escudriñaba intensamente a la audiencia.
Pero la parte llamativa de la fotografía, lo que había hecho temblar a ambos fotógrafos, era una delgada franja de Luz inclinada, que aparecía en la parte superior derecha de la fotografía. ¿Podría ser…? ¿Podría realmente ser aquello el fuego misterioso que habían visto descender desde el balcón? Kipperman examinó aquel trazo cuidadosamente. Sus bordes no estaban claramente definidos, eso de por sí era extraño, porque las demás líneas sobresalían con brillantez. Pero los bordes de este trazo no eran claros, como si una Luz había estado pulsando de manera rápida que la cámara no pudo captar sus bordes en una posición fija. Mas sobresaliente aún era la parte donde estaba. Como un Halo, se mantenía justo encima y a la misma vez hacia atrás de la cabeza del Hno. Branham
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